jueves, 23 de mayo de 2013

Nos van a robar

Un día cualquiera, con gente cualquiera, en un sitio cualquiera

Eso es lo que debieron de pensar esos cuatro individuos a la hora de planear su atraco. Basta que el lugar y la hora fuesen los ideales. Antes pero habrá que ir varias veces al lugar para ver quiénes van y cuándo. 

Conocer es importante y más cuando se trata de algo planeado y con fines malignos. Los detalles, las costumbres,  los vicios y todo lo característico. Hay que trazar un plan.

Son cuatro y sin escrúpulos. Llegaron a Italia en coche hace unos meses para buscar una vida mejor. La paciencia no es su mejor virtud por lo que pronto se cansaron de ser buenos ciudadanos y empezaron a pensar en algo que fuese más directo y menos legal. Son morenos de ojos marrones y de tez bastante oscura. No muy altos, no muy robustos pero con una determinación que a muchos les parecería imposible. ¡Y los escrúpulos, no tienen! Les da igual destruir para sacarse su propio beneficio. Son lo que se podría calificar de delincuentes de poca monta. ¿Y por qué de poca monta? Pues porque ayer en el supermercado me salvé por los pelos. Fui a comprar chocolate porque tenía mono de dulce y mi nevera estaba vacía.  Tuve mono de chocolate a causa de la montaña rusa de acontecimientos que en muy poco tiempo se han cruzado por mi vida. Pero eso no es lo importante, lo importante son ellos. Ellos cuatro. 

Al entrar al súper hice como siempre, pararme a mirar qué es lo que estaba de oferta. Y como siempre no me interesé por las promociones. Tenía muy claro que iba a llevarme una buena dosis de azúcar a mi casa. Cuando ya me encaminaba hacia la caja los vi, a esos cuatro individuos. Me parecieron raros porque no paraban de mirar y no tenían nada en las manos, ni pan, ni leche, ni pasta, ni narices. ¿Pero qué miran? Estaban delante de las aceitunas pero en vez de controlar precios y tipos de envasados hacían ver de mala manera que miraban los productos y no dejaban de girarse. Me di cuenta de que se separaban y de que iban mirando diferentes secciones. Vi como susurraban algo entre sí, como si estuviesen contando algo. Y así era, estaban contando cuánta gente había en el supermercado. No me gustó nada e intuí que era el mejor momento de abandonar ese lugar. Fui a la caja, pagué y me marché. Fuera, delante del supermercado vi un coche patrulla de la policía. A si que no me equivocaba, algo muy serio se estaba cociendo. 

Al día siguiente volví al supermercado. La curiosidad me podía y no dudé en descubrir cómo acabó la cosa. El supermercado estaba cerrado y vi a una señora de una cierta edad delante. Me acerqué a ella y entre lágrimas empezó a contarme lo de ayer. Es lo que tiene cruzarse con una señora, siempre tienen tiempo y ganas de explicar, de hablar mucho. Pero esta vez yo tenía ganas de escuchar y me quedé un rato. 


Entra al supermercado

Ayer la señora fue al supermercado a comprar unos iogures y un poco de queso. Como ya tiene su edad se lo toma todo con calma y sin prisas porque no tiene que ir al trabajo, ni recoger a los niños y los nietos ya son bastante mayores para coger solos el bus y llegar a su casa. Por ello, se quedó dando vueltas en el súper. Se dio cuenta de los cuatro individuos porque en Italia todo el mundo mira, todo el mundo observa y todo el mundo piensa en voz baja pero con los ojos bien abiertos. Aquí todos son muy cotillas y viven de la vida y de los asuntos de los demás. Es algo que me saca de quicio pero que aquí es visto con total normalidad. 

La señora vio a varios individuos, cuatro en total y los mismos que yo, caminando y dando vueltas por el interior del establecimiento. En un dado momento, cuando el supermercado se estaba vaciando de clientes se oyeron unos gritos y dos disparos. Los cuatro individuos de antes llevaban máscaras. Se rompieron varios litros de vino y el suelo se tiñó de un rojo intenso. Parecía sangre aunque por el olor era alcohol. En el suelo yacía una cajera inconsciente. La habían golpeado en la cabeza con algo duro y todos los demás estaban en un rincón vigilados por uno de los individuos que tenía una pistola en la mano. Parecía muy real, como si estuvieran viviendo una película. Otro de los individuos vigilaba la puerta y los demás dos se apropiaban del contenido de las cajas siendo esta una buena hora para quedarse con el cupo. La señora era una de esas personas sentadas en el suelo con los ojos aterrorizados. Ni ella misma entendía por qué razón había vuelto al día siguiente al supermercado. Quizás quería entender, quizás saber, quizás ver. 

Nada más oir disparos los agentes de policía se movilizaron y entraron por la puerta del almacén. Una puerta que los sin escrúpulos se olvidaron de cubrir. De repente se oyeron dos disparos y dos de los enmascarados de cayeron al suelo gritando. Ambos habían sido disparados en las piernas por los policías. Uno era el de los rehenes y el otro el de la puerta de salida. Los demás dos se quedaron boquiabiertos y se olvidaron de seguir vaciando las cajas. Así que lo que pronto empezó muy pronto acabó. Los enmascarados fueron arrestados por los agentes y el supermercado cerrado por unos días. Habrán obras. Van a montar un circuito de observación con cámaras de seguridad a distancia para que en cuestión de escasos minutos se puedan arreglar las cosas desde la central de policía más cercana.


 ¡Manos arriba!


Yo me pregunto ¿ahora qué va a pasar con esos cuatro? Se los han llevado, ¿y...? En el mejor de los casos acabarán entre rejas y en una celda con aire acondicionado, piscina en el establecimiento, gimnasio y biblioteca. ¿No es así como acabó Breivik? ¡Hasta tiene un ordenador en su celda para comunicarse con el mundo exterior, impresionante! Creo que aunque Italia esté lejos del bienestar de Noruega aquí muchos optan por la delincuencia para asegurarse una cama y llenarse el estómago. Es triste que el mejor plan de su futuro sea el de pegar tiros en un supermercado y ponerse una máscara. Una vida perdida, una vida sin color en blanco y negro. Algo está pasando ahí fuera.   


 ¿Y ahora qué?


martes, 21 de mayo de 2013

¿Y si fuese otra persona...?

Si puedieras escoger una identidad nueva ¿quién te gustaría ser? 

Si la vida te diese otra oportunidad y te brindase la ocasión de convertirte en alguien diferente ¿qué harías? ¿Serías más feliz? ¿Mejor persona? ¿Borrarías tus errores para limpiarte la conciencia? 

Imagina por un momento que todo esto fuese posible y que tuvieras en tus manos la oportunidad de tu vida, algo que nunca jamás se te hubiese pasado por la cabeza. Un día te llaman, te piden que traduzcas un documento, la identidad de una persona, y minutos más tarde puedes convertirte en ese alguien nuevo. ¿Qué te gustaría hacer? ¿Quién serías?

Esta mañana me han llamado. Ha sido una llamada de trabajo, algo inesperado pero muy curioso. Soy intérprete-traductora y antepongo el sustantivo "intérprete" porque es lo que realmente me gusta hacer en mi vida. En un dado momento, en el pasado, tuve la oportunidad de cambiar lo que soy ahora. Tuve un plan "A" y un plan "B" por si las cosas no saliesen según lo planeado. Y así fue. Las cosas se retorcieron y lo que en un momento pareció ser el objetivo de mi vida se convirtió en algo secundario. De este modo me convertí en lo que soy ahora mismo. 

Esta mañana se me ha abierto la puerta de algo diferente: un documento, una identidad, una persona, una nueva cara y una nueva vida. ¿Qué pasaría si lo que yo traduzco adquiriese una nueva dimensión? ¿Te has planteado alguna vez un otro "yo"? ¿Habrías encontrado a las mismas personas en tu vida? ¿Hubieras tropezado con los mismos problemas, pseudopersonas y situaciones? ¿Te gustaría lo que te gusta ahora mismo? ¿Cortarías el tomate en trozos pequeños o preferirías dejarlo en rodajas? 


 Esta mañana me he despertado con esta sensación


Esta mañana por un momento me ha parecido que todo era diferente. Ha durado varios minutos y la sensación aun perdura. Ya no me duele lo que me dolía, ya no tengo cicatrices donde antes estaban, no me he roto nada y el color de mis ojos ya no es marrón con fondo verde. Soy un nuevo yo. Soy de otra ciudad, tengo otra profesión y me gustan otras cosas. En el pasado me pensé en ser médico, periodista, reportera, músico, química, científica y político. 
Si hubiese sido político me hubiera interesado por la comunicación entre los pueblos y las culturas que hay en el mundo. Hubiese querido ayudar a entablecer un contacto para fortalecer alianzas y obtener resultados. 
Si hubiese sido científica me habría encerrado en un laboratorio para encontrar algo que nunca antes se haya descubierto. Me hubiese gustado inventar la cura de una enfermedad que se lleva consigo muchas vidas. 
Si hubiese sido química hubiera seguido los pasos de las mentes más grandes. Me daría igual pensar en mí misma y me concentraría en los resultados de ecuaciones y operaciones matemáticas para encontrar la fórmula de la felicidad. Todo tiene una explicación lógica, todo se basa en los números y en las matemáticas. La maldad, la crueldad, la compasión, la ternura... Todo se puede explicar de una manera razonable y sin pseudoresultados. 
Si me hubiese dedicado a la música formaría parte de una orquesta sinfónica. Me dedicaría con toda alma a transmitir esos sentimientos escondidos detrás de una partitura. Con la música llegaría a los corazones de miles de oyentes y sacrificaría mis dedos, mis manos y mi columna vertebral para conseguir el efecto deseado. Haría que saltasen lágrimas de emoción al público y me llenaría del sonido de los aplausos.
Si hubiese sido reportera seguramente me interesaría ser corresponsal en una ciudad grande y alborotada. Una ciudad inquieta con miles de acontecimientos interesantes por explicar al resto del mundo. Me hubiese gustado ser brillante y brillar en mi profesión, ser alguien, no sólo una cara conocida del montón.
Si hubiese sido periodista no me encerraría en un cuarto soso para escribir algo gris. Hubiese exprimido mi mente para dar a conocer una parte de mi con mis textos. Hubiese coloreado la fantasía de las palabras buscando segundos y terceros significados ocultos para describir una realidad. Y transmitir un mensaje, un buen mensaje que llegase a mis lectores.
Si hubiese sido médico me hubiera decantado por la cirujía y sería cirujana traumatóloga. Hubiese arreglado miles de huesos rotos y junto a ellos el vacío que llena de miedo a esas personas. 

Esta mañana me he despertado con esa llamada, con esa identidad y me he hecho mejor persona. Quizás incluso alguien diferente, más fuerte, más segura de mi misma y con muchas más ilusiones en la vida. No he bloqueado mi pasado, no he deseado mal a las malas personas, no he querido herir a nadie con mis palabras ni mis pensamientos, no he provocado nada ni a nadie. Esta mañana me he levantado con una sonrisa y una grande voluntad de ser alguien mejor, de ser mejor persona.    

lunes, 20 de mayo de 2013

Personas y pseudopersonas

 

 

Quiénes son personas y quiénes pseudopersonas

Lo peor que podemos hacer es intentar compartirnos a nosotros mismos con los demás, un error. Por ello, hay que saber discernir de entre lo que está bien y lo que no. No es fácil pero tampoco es imposible, hay que abrir los ojos y empezar buscando el significado, el motivo de todo.

Si se hace una búsqueda en Google del término "pseudo" obtenemos muchos resultados, 128.000.000 en tan sólo 0,18 segundos para ser exactos. ¿Pero qué significa realmente? La RAE lo define simplemente con una palabra, "falso". Otras definiciones llegan a ser más agudas y no se limitan a aclarar el concepto con una sola imagen. 





"Pseudo-" o "seudo-" es un prefijo que proveniente del griego clásico ψεῦδο y significa falso, lo que define la RAE. "Pseudo" indica una imitación, un parecido engañoso o una falsedad, y se coloca antes de la disciplina, profesión, concepto, persona o cosa a la que se parece, o aquello que es directamente falso. He aquí donde quiero llegar; el concepto puede adherirse a una persona ofreciendo una clara imagen de alguien poco sincero.  En inglés además, presenta una acepción, ya que se refiere a una persona que tiene pretensiones engañosas; también describe a una persona que finge ser intelectual, o a alguien que es falso, o que imita de mala fe a otra persona.
Llegados a este punto ya tenemos las cosas claras y sabemos a lo que nos enfrentamos. 

Pseudopersonas hay en todas partes; son ellos y ellas, sin límite de edad, sin importar el grupo social, sin tener en cuenta el origen y sin piedad. Son esos seres que no puedes llamar "humanos" por el mero hecho de no saber núnca qué se les pasa por la cabeza. Unos días insisten en hablar contigo, otros te quieren abrazar y al final cuando parecen ser tus amigos te dicen que les dejes en paz. Se disfrazan de profesores, traductores, oftalmólogos, estudiantes, periodistas, antropólogos, científicos e incluso de padres algunas veces. Es triste pero es verdad. 

¿Pero existe una cura? ¿Algo que podamos hacer para luchar contra las pseudopersonas y sus pseudosentimientos? Reflexionando intenté encontrar el génesis del concepto "pseudo", porque todo error tiene un principio. El problema está en el alma de cada una de las pseudopersonas; no saben lo que quieren, lo que necesitan y juegan al azahar para descubrir qué es lo que más les conviene. Quizás alguien les hizo daño en un pasado y la cicatriz les escuece como la de Mister Potter. Quizás no supieron entender y perdonar a alguien que se pseudointeresó por ellos en el pasado. 

Por ello, debemos ser capaces de vacunarnos contra toda falsedad que circula y que está en cualquier parte. Hay que ser más prudentes y más cuidadosos, hay que ir con los pies de plomo. No abras tu corazón a nadie antes de cerciorarte de su grado de sinceridad. Si no existe, por muy pequeña que sea la probabilidad, es mejor que te comportes como un adulto y te olvides. Aunque esa pseudopersona que es tu pseudoamigo te diga muchas cosas, aunque te repita que no quiere perderte, toma las riendas de la situación y escápate. Demuestra tu calidad de persona y no insistas. No insistas en querer comprender porque no hay lógica válida para los pseudos. Para ellos es todo gris, no tiene color, es pseudo.     

domingo, 19 de mayo de 2013

Barcelona


Ahora mismo no estoy en Barcelona, pero es mi ciudad, mi casa. Hace dos meses que no la piso, hace dos meses que no la respiro y no la veo. 

Las sensaciones y lo que siento cada vez que sé que voy a ir son increíbles. Empieza todo con la impresión del billete con fecha, hora y puerta de embarque. Llego al aeropuerto y hago el check-in. La cola no es demasiado larga porque llego con tiempo. Veo a turistas, chinos con pasaportes en las manos, abuelos que vuelven de un fin de semana cansados y con poca batería y nenas adolescentes que chillan para que ese chico les mire. Llega mi turno. Me preguntan "¿Barcelona?" y contesto "¡Barcelona!" con una sonrisa. Pido que me den ventanilla, cualquier asiento de los "F" me va bien en el lado derecho del avión. Estoy feliz, Barcelona es mi casa y cada vez estoy más cerca. 

Me dirijo a la cola del detector de metales y espero. Toda esa gente a mi alrededor que en cuestión de muy poco tiempo estará en la otra punta del mundo. Miro a cada uno de ellos y me imagino cuál podrá ser su destino y el porqué de él. Algunos lloran, otros sonríen, unos van con traje y con cara de vip y hay otro grupo que simplemente tiene cara de pocos amigos. No pueden faltar los niños que chillan, es un clásico, una tradición. ¿Quién no ha estado en un aeropuerto en el que no haya habido por lo menos uno de esos tiernos nenecitos que tienen más pulmón que Plácido Domingo? Pues eso, que esta vez no me privo de los adorables gritos de un niñito encantador y de la madre despreocupada que se hace la sorda. Esos por mí que embarquen ya mismo... Pero a toda esa gente parece no importarle, están todos muy concentrados en ellos mismos y sin darme cuenta llega mi turno. Me quito casi toda la ropa que llevo encima, ¡hasta me hacen quitar las bailarinas como si pudiese esconder algo en ellas, ya me dirán dónde exactamente! Me pongo esas bolsas azules de quirófano horribles en los pies y veo como mi bolso y mi ropa entra en el escáner, el ojo que todo lo ve. Me hablan en algo que se parece a inglés y paso entre el detector de metales con las manos hacia arriba como si estuviera en una película del oeste y me estuviesen apuntando con un arma. Se miran el billete y me dicen "good". Con eso tengo el visto bueno para recoger mis cosas, vestirme y dirigirme hacia la pantalla más cercana para buscar mi vuelo, Barcelona. 
Como todavía tengo tiempo me dirijo a una de esas tiendas de perfumes y demás souvenirs. ¡Salgo más guapa que una modelo de Victoria's Secret y ahora ya me siento pronta para seguir con mi viaje!
Encuentro la puerta de embarque y la gente que espera impaciente. Me siento y me conecto a Facebook, voy a despedirme de donde estoy para que la gente se muera de envidia y los amigos que no saben que llego me esperen con ilusión. Bueno, ya estoy. Llega la azafata y anuncia el vuelo, esta vez parece que va a ser todo muy puntual. Hacemos la cola muy mal, muy desordenada y la gente empuja y te pisa. Menos mal que algunos gozamos de una cierta altura para respirar oxígeno, porque aunque en el detector de metales te quiten los desodorantes de más de 100ml existe algo llamado "jabón", misterio desconocido para algunos. 
Llega mi turno y me libero de la multitud de pasajeros. Bajo por el pasillo maquillada y monísima de la vida. Desde lejos vislumbro el avión y me dirijo hacia él. Entro, digo  un "hola" muy feliz y busco mi asiento. Cuando lo encuentro saco mi iPod del bolso, los dos móviles y dejo la maleta en el compartimento. Me siento y escribo los últimos adioses a mis amigos y cuando se llena el avión apago mi teléfono. Nos colocamos en la pista y ¡nos vamos! 
Veo algunos pasajeros sufriendo auténticos calvarios al despegar. Algunos se cogen de las manos, otros rezan y hay quien lee para pasar el rato. Otros como yo miran por la ventanilla como todo lo que tenemos a nuestros pies se vuelve cada vez más pequeño y como nos alejamos de ese pedacito de tierra mar adentro. Cuando el avión se coloca en su ruta me quito un pendiente y lo utilizo de llave maestra para abrir el compartimento de la micro-sim de mi iPhone. Cambio las sims de mis teléfonos para estar lista nada más pisar Barcelona y no tener que gastarme millonadas en roaming con la otra micro-sim. Me pongo el pendiente y busco una buena canción en el iPod que me acompañe hasta el destino final. 
Nos habla el capitán, nos explica dónde estamos, a qué altura volamos, la temperatura exterior que es casi siempre de -70ºC, la hora exacta a la que vamos a llegar, el tiempo en Barcelona y nos desea que sigamos disfrutando del vuelo. Pasan las azafatas con el carrito lleno de chocolatinas, latas, alcohol y souvenirs de avioncitos para esos nenes que gozan de mega pulmones. Hay quien compra y hay quien no. Yo sigo mirando por la ventanilla y ya veo las islas de Cerdeña y Córcega. Eso significa que estamos a mitad de camino. Cómo brillan las islas y qué maravillosa que es esa imagen. Se ven las casas y los puertos con las barcas. Se ven coches y piscinas. Y poco a poco nos alejamos de ellos. 
Sin darme cuenta miro el reloj y veo que se acerca la hora. Noto como el avión empieza a descender de su ruta y se prepara para llegar a su destino. "Cabin Crew 10 minuts" dice el piloto. Apago el iPod porque nos lo pide muy amablemente una azafata por el micro del avión y luego añade algo más en un inglés que no entiende ni ella misma. Nos acercamos, nos estamos acercando a Barcelona. 
De lejos veo una primera luz, muy pequeña en medio del mar. Eso es Premià de Mar, sí, estoy segura porque conozco muy bien esa localidad. Ahora mismo la estoy viendo desde mi ventanilla y nos acercamos a Barcelona porque ya vislumbro las Tres Torres y la placa fotovoltáica del Forum. ¡Oh, por fin! Ahora veo las Glorias y el que fuese mi campus de la Pompeu junto a la Torre Agbar. Luego veo ese edificio tan feo y tan alto de Plaza Tetuán que tengo justo delante de mi casa. Y detrás la Sagrada Familia, ¡qué ilusión! Todavía sin acabar pero con qué majestuosidad me saluda. Luego veo el Tibidabo y la calle Marina con las dos torres de la Vila Olímpica. Ya empieza la noche y la fiesta de esa zona de la ciudad. Seguro que se está llenando de taxis y de turistas pseudopijas que enseñan de todo menos lo que deberían. Veo el Hotel W, Montjuïc y el hospital de Bellvitge de lejos. Veo los coches que cada vez son más grandes y noto como el avión se acerca al aeropuerto. 
Ya casi estamos, casi, casi. Las ruedas traseras del avión se posan delicadamente sobre la pista y ahora también la rueda delantera. Estamos frenando y a algún listo de la fila de atrás se le cae el móvil que va a parar a las primeras filas. Nada más aterrizar los de las filas delanteras nos lo pasamos de uno en uno hasta devolvérselo al Einstein de atrás. Nos paramos y nos indican que ya podemos desabrocharnos el cinturón, recoger nuestras cosas y esperar a que abran la puerta delantera para salir. Enciendo mi iPhone y espero a que me encuentre la red. Me llegan 500 whatsapps, 200 mensajes de bienvenida y 89 "me gustas" de Facebook. Me llama mi padre y me pregunta impaciente que por qué estoy tardando tanto y que dónde estoy. Por fin veo que la gente va saliendo y me muevo a velocidad de tortuga yo también. Saludo a las azafatas y al piloto que no está nada bueno, todo lo contrario de lo que nos hacen creer en las películas. Entro en el pasillo que me lleva desde el avión hasta el terminal del aeropuerto y piso con un pie Barcelona, ¡mi casa! Se me cae una lágrima de alegría y de ilusión y sonrío, así, porque quiero. 
La gente me mira y ven que estoy feliz, que estoy bien. Le pongo la quinta marcha y me pego la maratón para llegar desde la última puerta de embarque del aeropuerto hasta la salida del mismo para recoger mi maleta. Cuando paso por las puertas que separan el terminal de donde están las maletas veo las puertas del fondo que se abren cada vez que sale un pasajero hacia el exterior y veo a mis padres que me saludan ilusionados. Sonrío. Estoy bien. Llega mi maleta y me dirijo hacia fuera. Me tiro encima de mis padres y nos ahogamos en un abrazo que dura casi una infinidad. Cuando empezamos a asfixiarnos nos dejamos de abrazar y sonreímos. 

He llegado, estoy en Barcelona. Estoy en mi casa.     


Vistas desde el interior del avión nada más despegar